Durante mucho tiempo, casi desde los albores de la humanidad nos hemos preguntado cuál es el sentido de nuestra vida, qué queremos lograr y para que lo queremos.
Nadie sabe realmente porqué vive hasta que muere y eso es lo que todos nos preguntamos mientras marchamos parsimoniosamente hacia nuestro final.
Como seres humanos hemos sido dotados con razón, lógica y capacidad de decisión, por eso para algunos la vida no es más que el sendero a la muerte, todos vivimos y todos moriremos, pero como Hamlet plantea ¿Por qué soportar el sufrimiento de estar plantados en esta tierra? ¿Por miedo? ¿Por amor? O simplemente porque estamos tan atados a lo material que no queremos trascender.
Buscamos excusas, para no suicidarnos, en el amor que nos entrega la gente que nos rodea y en el dolor que provocaría nuestra ausencia, sin embargo, estamos diseñados básicamente para sobrevivir, nuestro instinto no nos lo permite y nos impulsa a seguir; por muy tentadora que sea la idea de morir y convertir todo dolor en un efímero recuerdo.
Y como seguimos viviendo, necesitamos decidir cómo vivir nuestra vida, aunque… ¿Seremos nosotros dueños de esa decisión?
Sófocles, un gran escritor griego nos da a conocer su punto de vista con la trágica historia de Edipo, un hombre que a pesar de haber tratado de burlar su destino termina cumpliendo con el vaticinio, haciéndonos pensar que tal vez alguien sí maneja nuestras vidas y que sin importar que hagamos, siempre seremos presos de su voluntad.
Pienso que cada uno es responsable y dueño de su propio destino y que eso nos impulsa a seguir con la vida, saber que si cometemos un error lo podemos enmendar y mejorar las situaciones por mérito propio. El destino nos limita, nos inmoviliza y nos hace esclavos, y el ser humano, como animal orgulloso y prepotente no lo soporta, no lo soportamos.
Y navegando sin rumbo por los extensos mares de mi conciencia recuerdo a Segismundo y su planteamiento frente a la vida… ¿Qué es? Nada más que un sueño y por consecuencia la muerte es nuestro despertar.
¿Será este conjunto de experiencias vividas, las heridas, las lágrimas, las risas, el amor, el odio, un mero producto de nuestro subconsciente vivo?
Significa que si despertamos (morimos), ¿Despertamos a un nuevo sueño? Que al final ¿No existe una realidad?
Nos daría el derecho de hacer lo que queramos, sin preocuparnos de los demás porque cada persona, ente viviente, sería nada más que una creación, algo inexistente. ¡Perderíamos el respeto! Por nosotros y por los demás, y al despertar nos daríamos cuenta de que nos sabemos nada, que los sentimientos son algo inexistente, que mi vida y obra nunca fue, que yo imaginé mis problemas, imaginé el amor…
Creo que pensar que la vida es tan evaporable como un sueño nos convierte en seres sin vida, en una roca, en un objeto.
La vida está llena de sorpresas y experiencias, todas hechas específicamente para disfrutarla. Soportar una pérdida es un amargo sabor dentro de la gama de sabores que nos traen las sensaciones; el amor, el olvido, la angustia, la felicidad, todos seleccionados finamente para hacer nuestra vida interesante y… quién sabe, morir, ver el recuento de nuestras vidas y sonreír al darnos cuenta que moriremos triunfadores porque hemos cumplido nuestro ciclo; y lo que venga al dar el último respiro será la recompensa de lo que hemos vivido.
Junio 2009
Pamela Moraga Mellado
* Sujeto a derechos de autor
No hay comentarios.:
Publicar un comentario